Resulta esencial distinguir entre los daños económicos, los daños morales y los daños profesionales, ya que cada categoría requiere un método de evaluación y una forma de compensación específica. Los daños económicos, como la pérdida de salarios y otros beneficios, suelen ser cuantificables mediante documentación como nóminas y contratos. En contraste, los daños morales en un despido injusto se refieren al sufrimiento emocional y psicológico experimentado por el trabajador, como el estrés, la ansiedad o el sentimiento de injusticia, cuya valoración demanda un análisis más profundo y subjetivo, a menudo respaldado por informes psicológicos. Adicionalmente, los daños profesionales, relacionados con el perjuicio a la carrera y las oportunidades futuras, requieren una evaluación que considere el impacto a largo plazo en el desarrollo laboral. Esta diferenciación es crucial para asegurar que cada tipo de perjuicio derivado de un despido sea reconocido y compensado de manera adecuada y justa.